Miércoles, Noviembre 6, 2013
Calma
ENCUENTRO CALMA GRACIAS AL CRISTO MORADOR.
Cuando los discípulos asustados despertaron a Jesús en medio de una tormenta, él calmó el mar. Al aplacar las aguas, también dio a sus discípulos serenidad y seguridad.
La presencia en Jesús que calmó la tormenta es la presencia crística. Al centrar mi atención en ella, encuentro un lugar de calma pese a cualquier turbulencia interna o externa.
Cuando confío en mi Cristo morador, no me asustan las tormentas de la vida. Digo: “¡Silencio! ¡Quédate quieto!” a cada pensamiento tempestuoso, a cada informe inquietante, a cada situación perturbadora, y todo se calma. Me sosiego al ser uno con la presencia serena del Cristo morador.
Jesús se levantó y dio una orden al viento, y dijo al mar: “¡Silencio! ¡Quédate quieto!” El viento se calmó, y todo quedó completamente tranquilo.—Marcos 4:39
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