AL PERDONAR, SOY LIBERADO.
Aun cuando no exista un conflicto externo en mi vida, a veces, puede que sienta tensión o dude en interactuar. En tales momentos, me dirijo a mi interior para orar. Al vincularme con mi naturaleza divina, suscito el espíritu afable del perdón.
Mediante la oración, perdono a los demás por acciones, actitudes o palabras que me hayan herido. Abro mi corazón para expresar compasión, bondad y amor divino. Aunque perdonar a otra persona pareciera que la libera, en realidad a quien libera es a mí; me libra del arrepentimiento, el resentimiento y la animosidad. Gracias al perdón, les doy la bienvenida a nuevas posibilidades, vínculos más profundos y un nuevo comienzo.
A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados, y a quienes se los retengáis, les serán retenidos.—Juan 20:23
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